Conocido popularmente como el Cristo de los alabarderos o el Cristo de los guardias de Corps.
La talla de este Cristo se encuentra en la Iglesia Catedral de las Fuerzas Armadas o Iglesia del Sacramento aunque en un principio se encontraba en la iglesia de San Esteban, pero desapareció tras un incendio.
Fue en 1.940 cuando se hizo una nueva talla y actualmente, se trata de una imagen realizada en madera de cedro brasileño en 2007 por Felipe Torres Villarejo, que sustituye a las anteriores, y está inspirada en las primeras tallas que tuvo la congregación.
Sigue el modelo barroco de escuela andaluza,
y representa a Cristo aún con vida, con los ojos abiertos y la cabeza
ladeada.
Dispone de paño de pureza tallado, aunque
oculto tras su tradicional faldilla de terciopelo.
La imagen realiza su estación de penitencia
sobre un trono de más de una tonelada de peso, que es portado por 44 anderos
que soportan 50 kilogramos cada uno, en una procesión que se prolonga durante
seis horas, vigente aun actualmente
La guardia de corps, cuerpo que se formo durante el reinado de Felipe V y
que estaba compuesto por gente escogida y destinada a prestar servicio en la
inmediación del monarca, generalmente pertenecientes al cuerpo de caballería y
no con menos de la categoría de oficial del ejército.
Este cuerpo como tal desapareció en 1841.
Eran ellos los encargados de sacarle en procesión y tal función es
desempeñada desde entonces hasta hoy en día por los “alabarderos”, todos los viernes
Santos desde la puerta del Príncipe del Palacio Real de
Madrid, hasta su iglesia del Sacramento o Iglesia de las Fuerzas Armadas.
El Cristo de los guardias de Corps o Cristo de la Fe se vio
envuelto en una bonita leyenda durante el reinado de Carlos IV, y que perdura
hasta nuestros días:
LEYENDA de “JUAN ECHENIQUE”
oficial de corps 1825 |
Fue en el siglo XVIII, en el reinado de Carlos IV, cuando un oficial de este famoso cuerpo, llamado Juan Echenique, iba caminando hacia el Palacio real, donde le tocaba hacer guardia, cuando escucho como alguien le chistaba desde un balcón de la calle Sacramento.
Juan Echenique, que tenía fama de don Juan, de ser buen cortejador y que alardeaba de todas sus conquistas, no pudo resistir la tentación al levantar la mirada y comprobar que en dicho balcón había una bella mujer asomada que le hacía gestos con las manos, invitándole a subir. Y subió.
Horas más tarde, después de un apasionado encuentro, al oír el repicar de las campanas, recordó que tenía que acudir a su puesto de trabajo, por lo que se apresuró a vestirse y salió corriendo pues llegaba tarde.
Una vez en la calle, se dio cuenta de que con las prisas había olvidado el sable dentro de la casa. No podía presentarse en su puesto de guardia sin él, por lo que volvió sobre sus pasos, y al llegar, se encontró un inmueble que para nada tenía que ver con la casa que acababa de abandonar y en la que había pasado unas horas con la bella mujer.
El inmueble estaba viejo y abandonado, cerrado desde hacía años.
No se lo podía creer, y al preguntar a un vecino que pasaba por allí, este le confirmó que efectivamente el edificio había pertenecido a una bella mujer, muerta hacía muchos años y que desde su muerte no había entrado nadie ni siquiera a limpiarlo.
Juan Echenique estaba seguro de haber pasado un precioso rato con una linda mujer hacia escasos minutos y pensó que el vecino estaba equivocado y que era posible estuviera ahora de nuevo habitado por otra bella dama.
Abrió la puerta de un empujón y entró corriendo llamándola. Nadie le respondió
Al entrar en el dormitorio, vio que efectivamente allí estaba su sable, prueba de que había estado en ese aposento, pero al ir a cogerlo vio que se encontraba cubierto de telarañas, muestra de que el sable no se había movido de ese sitio desde hacía muchos años.
Cogió su sable presa del pánico y salió despavorido a la calle.
Don Juan estaba seguro que ese siniestro y asombroso suceso era un castigo divino, por la vida licenciosa que llevaba, por lo que quiso enmendar “su pecado” y corrió a una iglesia cercana en la que deposito su sable a los pies del Cristo, haciendo el firme propósito de no volver a esa vida, por lo que se metió a monje, como muestra de arrepentimiento.
Desde ese momento el Cristo empezó a ser conocido como el CRISTO de los Guardias de CORPS, actualmente Cristo de los Alabarderos
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